miércoles, 16 de diciembre de 2020

Imposible

- No te enamores de mí. No hay nada que pueda darte. Sólo voy a lastimarte, como a todas. Ya no me interesa el amor, no creo que sea capaz de tal cosa. Estoy quebrado, y creo que es mejor así. No parece que haya vuelta atrás. No te enamores, nena. Por favor. No podría con la culpa de herir a alguien tan dulce como vos.


El hacía bailar el whisky en su vaso con un movimiento. Ella entendió el lugar que ocuparía para siempre en su vida, pero no le importó.


Hay un camino que va desde ella hacia él, que recorre de rodillas, casi suplicando. Como si algo de esa entrega sin límites fuera a conmoverlo, como si fuera su decisión enamorarse o no. Distante, él está en otro lugar, todo el tiempo, viajando solo; y ella no tiene permitido acompañarlo.


Él tiene el primer botón de la camisa abierto, que deja ver su pecho velludo y masculino. A ella le parece una provocación, pero no hay nada que él haga pensando en en ella. Más bien pareciera todo lo contrario.


Ponen algo de música suave, una chica francesa que canta en inglés. La noche recién cae y tienen todo el tiempo del mundo para hablar de filosofía, de política, de teología, de música o de sexo. A ella le da igual.


Imagina que de un momento a otro él irá hacia ella, tomará su rostro entre sus manos y le besará suavemente los labios, morderá el lóbulo de su oreja,  se deslizará por su cuello, se detendrá en el escote. Le dirá que la desea desde siempre pero que no puede amarla, que no es amor lo que ahora siente pero que ya no importa. Le dirá que ella lo conforta, que le alivia la angustia por momentos, que no va a olvidarla nunca, y que se quite la ropa de una vez.


Ella abrirá sus piernas mientras cierra sus ojos. El penetrará algo más que su cuerpo, le dejará una marca en la carne con sus manos y su sexo, le quitará lo mejor que tiene, se comerá toda su luz de un bocado. El gemido más hermoso de todos será para él, y lo seguirá un espasmo, un temblor milenario. Será como si la tierra misma se abriera de golpe, y él verterá en ella todo lo blanco que guarda.


O quizá nada de eso pase nunca y todo quede atrapado en las paredes de un texto de ficción que no sabe cómo terminar.




PASIONAL #10


viernes, 17 de julio de 2020

Pintura

Sonó el timbre. Ella había preparado todo para recibirlo. No tenía mucha idea de cuánto tiempo iba a estar en su casa.Temía que dejara todo hecho un desastre por demasiado tiempo. Sofía era meticulosa con sus cosas, ordenada, pulcra. La idea de un pintor ensuciándole todo la ponía nerviosa. Pero esa habitación celeste la deprimía.

Ella misma había elegido dos colores, uno para cada pared, como en las revistas de decoración. Un naranja bastante oscuro y un crema. Podía saber cómo iba a quedar. Lo que no se imaginaba era que el pintor que contrató y al que le había recomendado un vecino, iba a llegar tan temprano.

Se arregló un poco el pelo haciéndose un rodete.

Del otro lado de la puerta había un hombre de anchas espaldas, rapado, con barba algo gris, y unos ojos celestes como los de la habitación que iba a pintar. Nunca creyó que le gustaría tanto ese color.

-Buen día, señora. Espero que no sea demasiado temprano.
-No me trates de usted, te lo pido por favor.
-Es por respeto, señora.
-Está bien. Pasá. Ponete cómodo. Acercate a la estufa si querés. Afuera está frío.
-Helado. Quise venir más tarde pero se me iban a superponer los trabajos. Espero que esté bien. Me dijo a las diez.
-Media hora más o menos no hace al problema. Estaba tomando un café, ¿te sirvo?
-No, gracias, señora. Ya desayuné.

Sofía se estaba dando cuenta exactamente de lo que estaba pasando. Ella no era de invitar cafés a nadie. Mucho menos a personas que trabajaran para ella. Claro que los que ella contrataba solían ser desaliñados, viejos, y con olor a tabaco, como el plomero de hacía semanas.

-Si tenés que cambiarte ahí está la habitación.
-Gracias, sí.

Sofía le indicó su cuarto. Casi no tenía muebles, sólo la cama y una mesa de luz. Pero todo estaba impecablemente pulcro. Como si no viviera nadie. Sin fotografías, sólo un espejo grande en un rincón.

El pintor cerró la puerta, pero la puerta se volvió a abrir un poco. Sofía se encontró espiándolo, lo vio sacarse el pantalón que traía y ponerse un overol azul.

-Ya estoy listo.
-Pasá entonces. Es por acá, seguime.

La habitación, pelada. Juan sacó un nylon para empezar a preparar el lugar. Ella le mostró los colores.

-¿Ves? Este color en esa pared, bien intenso lo quiero. El resto normal

Al decir esto Sofía lo miró a los ojos. Se puso nerviosa. Había algo en ese hombre que la incomodaba.

-Te dejo trabajar.

El hombre desplegó el nylon en el suelo, y puso una manta para cubrir el piso. Sofía no supo qué hacer. 

De pronto no lo quiso dejar solo. Iba y volvía a la habitación para verlo trabajar.

En uno de los viajes para ver cómo iba quedando, él la miró. No pasaron más de dos segundos pero fue suficiente para que a ella le temblaran las piernas. Dio un paso, "¡cuidado, que resbala!", pisó el nylon, trastabilló y casi se cae. Él la sostuvo con ambas manos, aunque sin darse cuenta dejó caer el pincel, que impactó justo en el lugar donde el nylon estaba corrido, manchándolo. Nadie se dio cuenta.

Inclinada ante él, ella suspiró. Y se disculpó por su torpeza. Él la ayudó a levantarse, mientras la miraba con sus ojos celestes, profundos, hasta quedarse cara a cara ante ella.

"Demasiado cerca", pensó Sofía.

Y él la besó, sin darle tiempo a pensar más. Los labios de ella se abrieron despacio, suavemente. Tenía miedo. No por lo que estaba pasando, sino porque hacía mucho que algo así no le sucedía. Él se detuvo súbitamente.

-Disculpe, señora. Es que...

Ella le puso un dedo sobre la boca. Y lo volvió a besar. Mientras sus manos bajaban el cierre del overol y dejaban el pecho de él al descubierto, y él le tocaba los senos suavemente pero decidido. Ella se agachó tirando de las ropas de él, porque sólo quería verlo desnudo. Él se dejó hacer. Y cayeron al suelo.

Ella quedó tendida en el piso con el nylon, que tenía gotas de pintura. Él levantó la pollera de ella, rasgando sus medias largas, corriendo la ropa interior hacia un lado, dejando su sexo al descubierto. Sólo fue rozarla y comprobar su humedad para que él se entusiasmara y entrara en ella con un dedo. Sofía gemía y suspiraba.

Él entraba y salía, rítmicamente, con sus dedos.
La habitación era un caos. Y ella era puro gozo.

No quería saber cómo era que eso estaba pasando, ni por qué había dejado pasar tanto tiempo desde la última vez. Gemía. Él puso la mano de ella en su sexo para que lo sintiera firme, antes de penetrarla. Sofía sentía que este hombre le estaba devolviendo algo.

En el instante perfecto en que llegaba al clímax, con el sexo palpitante de él dentro de ella, vio a un costado suyo el piso, antes tan perfecto y pulcro como ella, como toda su casa, una mancha de pintura naranja.

PASIONAL #8

viernes, 10 de julio de 2020

Pescaditos


desde la íntima convicción de estar en lo correcto

comprendo desde ahora que el mar es mío
ese mar que habita entre tus muslos
que me baña
que si me amanezco en ti podré volver a sentir
como si lloviera
y sin embargo
el mal de nuestro recuerdo no puede contra nosotros
es una gran inmensidad

un tibio homenaje a tus labios rojos
quizá el temor de no verte me envuelva más que tus brazos

con más pasión que antes te besaré los pezones
como quien liba de una flor haré míos tus labios del sur

no es la soledad lo que me acobarda
es no poder entrar en vos otra vez
quisiera abrirte como un libro 
y leerte las páginas que te estremezcan
el mar que guardas era mío
¿qué hechizo te alejó de mí?

quiero un silencio perfecto
que no sea interrumpido por mis pensamientos
o mis deseos
o mis recuerdos
o mis miedos

de vos sólo recuerdo tus pezones erguidos
como montañas
de vos tengo en mi mente el rojo de tus labios
que robaré para llevarlo de corbata
atado a mi cuello, cortándome el aliento
seré tu prisionero entre tus muslos

tu muslo en mi oido
tu mar en mi boca
tu aliento entre mis piernas

y si de verdad te interesa amarme podrías venir y decirlo
busco pescaditos en la orilla de tu río
dejame encontrarlos / una vez más

Qué importa

qué importa
ya estás tan lejos
no siento más tus muslos rodeándome la cara
el salitre de tu mar en mi boca
ya tus labios no tocan mi piel
los besos que nos dimos huyeron como vos

qué importa
si el eterno amor duró tan poco
la vergüenza pudo más contigo
y te me fuiste
no te abarco
como mi abrazo gigante solía hacerlo

y ahora qué importa
si el recuerdo de la noche no me abriga
tus manos están vacías de mí
todo está tan tranquilo
sin tu canto

quisiera armarme de valor y rescatarte del recuerdo
traerte a vivir a mi presente
que más que regalo es una pesadilla
no puedo despertar
no, sin tus pezones como guía

PASIONAL #7

viernes, 3 de julio de 2020

Una vez cada una llena (Once in a full moon)

¿Qué hora es? ¿Y por qué me duele el cuerpo?

Las persianas están bajas pero la luz se escurre entre las aberturas. Debe ser mediodía.

No sé cómo llegué hasta mi cama. Aunque sí recuerdo entrar en su cuerpo varias veces, mojarme de ella, y sus gemidos enloquecidos…

Pero estoy solo. Se ha ido. Espero que no me falte nada de valor.

¿Y esta nota?

“Perdoname, no suelo hacer estas cosas. Quizá nos volvamos a ver. V-“

¿”V”? ¿Vanesa, Valeria? No podría saberlo. Lo único que supe cuando la vi es que el escote de su vestido era la gloria, y que se movía sobre mí como si estuviera en celo. Sí, lo estaba: recuerdo bien que tomó mi mano, levantó apenas su falda y me hizo sentir su humedad. Si eso no es una invitación, no sé qué pueda serlo.

Me agarró de la mano y fuimos afuera. Me dolieron los ojos por las luces. Corrimos. No sé por qué corrimos, pero no le pregunté nada. Dimos vuelta por una calle oscura, que terminaba en un callejón. Me dijo algo que no pude descifrar, mis oídos zumbaban aún por haberse expuesto a la música de la discoteca. Sus manos me rozaron, comprobando mi erección. Se agachó, sacó mi pija y lamió. Qué putita hermosa. Nunca me fue tan fácil conseguir que me la chuparan. Después se dio vuelta y me pidió que la penetre.

Sus gemidos eran casi alaridos animales, nunca escuché algo así. Era una bestia, estaba completamente loca. Se dio vuelta, me hizo subirla y me rodeó con sus piernas. La sostenía contra la pared, la sentía retorcerse como una serpiente. Rugía, y yo no podía parar. El canal de su sexo me apretaba, me aprisionaba, y me excité demasiado. No logré contenerme más, y acabé dentro de ella, al tiempo en que ella… clavó los dientes en mi cuello.

¡Ah, mi cuello! ¡Duele! ¿Qué demonios es esto?

Esto debe ser una broma. ¿V… de vampiresa? No pude haber sido tan tonto de caer en una trampa tan antigua como esa…

Supongo que me era de esperar de una mujer como ella.

PASIONAL #16

viernes, 26 de junio de 2020

Agridulce

Antes de salir, enmarcó sus ojos de negro con delineador. No era una persona supersticiosa, no creía en dioses ni fuerzas sobrenaturales. Pero podía entender que si la miraban directamente a los ojos se acercaban un poco a ella, a la que estaba dentro. Y ese día necesitaba que la vieran tal cual era.

Se acomodó el escote de la camisa blanca casi transparente mientras esperaba. El frío de la noche le erizaba los pezones, y pensar en lo que haría con él en un rato le hacía olvidar sus pequeñas preocupaciones del día.


Ambos sabían que se encontraban para una sola cosa. Demasiadas horas por teléfono, demasiados ciberencuentros sensuales. No tenían mucho más para decirse con palabras. Habían resuelto verse el viernes a la noche. Él la pasaría a buscar por cierta esquina e irían al hotel más cercano. Sin más rodeos.


El auto paró, bajó el vidrio, y él le hizo una seña desde adentro. Ella subió, confiada. Al sentarse el la tomó de la cara y besó sus labios suavemente. "Estás hermosa. Pero esa compostura te va a durar poco."


Su sentido de la orientación era pésimo, pero enseguida se dio cuenta que no iban a un hotel cercano, sino al departamento de él.


"¿Por qué cambiaste de idea?"


"Te vas a sentir más cómoda en casa."


Ella estaba un poco inquieta. Las mano derecha de él dejaba de agarrar la palanca de cambios del auto para tocarle los muslos, por debajo de la falda. Ella abría sus piernas, para dejarle el paso libre. La humedad de ella en los dedos de él lo distrajeron un momento y casi pierde el control del vehículo. Sólo un susto. Condujeron un poco más, excitados.


Pronto llegaron a un edificio moderno, de pocos pisos y grandes ventanas. En el ascensor ella se animó a tocarlo en su entrepierna. Él estaba rígido y deseoso, "calma, preciosa, ya va a ser toda tuya."


El piso entero del departamento tenía pocos muebles, pero elegantes. Ella recorrió cada rincón, hasta llegar a la habitación principal. Al entrar, entendió todo. En el hotel no habría podido usar ninguno de los artefactos que él tenía colgados en las paredes. Arneses, mancuernas, esposas, látigos, dildos de todo tipo, forma y material.


"No me imaginaba nada de esto." dijo ella.


"¿Estás asustada?"


"No"


"Deberías"


Él la tomó por el brazo y logró darla vuelta, puso una esposa en la muñeca de ella y la arrastró hasta la enorme cama.


"Siempre te dije que eras mía"


"Lo soy", dijo ella.


"Hoy lo vamos a ver"


Él tomó un cuchillo de un cajón, y lo pasó por los labios de ella.


"No voy a hacerte nada que no quieras."


"Quiero todo"


Él la hirió con el cuchillo en los muslos y ella gritó de dolor.


"¿Estás segura?"


"Haceme lo que quieras"


Él se desvistió, rompió la ropa interior de ella y la penetró con su enorme pija, haciéndola gemir demasiado fuerte. Entraba en ella, y la miraba, directamente a los ojos, y ella se sentía comprendida y amada por primera vez. Una vez, y otra, él se movía dentro, y no había en el mundo nada más hermoso e íntimo que esto. Él alternaba en ella el dolor de la daga y el placer de un orgasmo eterno, como nunca antes había sentido.


Un par de horas después, la dulce tortura seguía. El maquillaje negro en los ojos se le había corrido por las lágrimas. No creyó poder soportar otra herida del cuchillo en su carne. Él la tranquilizaba de a ratos, hundiendo tres dedos en ella, haciéndola gemir de placer, entre sollozos.

PASIONAL #9

lunes, 22 de junio de 2020

Travesura

Le ayudó a levantar los platos de la mesa.


"Te salió riquísimo."

No estaban celebrando ningún evento. No era aniversario, ni cena importante. Era una noche más. Ella estaba un poco cansada del día.


"Alcanzame la fuente", le dijo. Él dejó sólo las copas. Aún quedaba un poco de vino en la botella.


Se acercó a ella con la fuente, por detrás. Ella tenía las manos tibias en el agua jabonosa.


Sintió deseos de besarla. Ella no lo sabía, pero estaba tan linda. Por un momento la luz reflejó su pelo rojizo y ella brilló.


Un plato, los cubiertos, otro plato.


Tenía las uñas pintadas de blanco; "parecen perlas", pensó él. El agua corría.

El tomó su cara con las manos suavemente para que ella no lo rechazara. Ella sólo abrió los ojos, grandes, y se dejó besar. Entonces los cerró. El agua aún corría. Tibia. Todavía la espuma de la esponja hacía burbujas.

Ella se secó las manos en el delantal. Y las llevó al cinturón de él. Aún se besaban. Se besaban como si fuera la primera vez. Lentamente, saboreándose. Como si los diez años de matrimonio no hubieran sido más de diez minutos. Acababan de conocerse, eran nuevos amantes. Estrenaban amor.


Y ella quiso hacer su travesura. Desabrochó por fin el cinto, bajó la bragueta y se arrodilló.

PASIONAL #4

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